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Y es ahí, justo en ese diminuto segundo
en el que sé que estás aquí.
En ese instante de la pérdida de la noción del tiempo
y en el comienzo de la simultaneidad de un sentimiento viejo
que le da calor a mi corazón, que lo reconforta.

Presente en ese lapso tan corto
imposible de medir con un reloj
puedo dibujarlo en mi mente,
trazarlo primero con pinceladas suaves
que se van llenando de color a lo largo del día.

El recuerdo es fugaz, la sensación eterna.

Es ahí, en ese intervalo de entusiasmo desconocido
por los demás que yo te atrapo en mis manos y te guardo.

No es posible saberlo, solo sentirlo
y nadie más que yo siente que tú estas conmigo,
en mi, para siempre. En las pequeñas cosas
y en los detalles que hacen la diferencia,
estás en la canción y en la palabra configurada,
monosilábica y polifacética.

No me pidan que lo explique,
alguna vez les habrá pasado
con un recuerdo, con un olor, una textura,
un rostro, una sombra, una carta, una película…
Les habrá conquistado la nostalgia.

No me pidan que lo explique, sólo puedo contarlo,
como cuando se cuentan las palabras para un escrito,
como cuando se cuentan las unidades para una medida exacta,
como cuando se cuentan historias para no olvidarlas.


Leyendo “Hagamos un trato” de Mario Benedetti

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