Duerme arrodillado sobre su espalda,
acuchillado por el engaño y la mentira.
¿Falacias? ¿Malos entendidos?
El detenido no conoce el suspiro,
el político se alivia por el motivo.
Preso. Nunca se ha acomplejado el orgullo
por defender la causa de su olvido.
Biografiado por un relator retorcido,
palabras extraídas de un monumento al delirio y la inmadurez.
Inculpado por el destino y el punto de vista,
ajeno a la única libertad del sometido: su causa.
Quién señala con el dedo tiene mano de traidor,
quien escribe la historia sin verdad se aleja del honor,
quien se retrata de héroe aniquila la razón.
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