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Mostrando entradas de agosto, 2017

Silla

Silencio exterior, bullicio interior, la muchedumbre explota mientras el espejo llora. La soledad habita el alma de la forma más cruel e inhumana como la de estar rodeada de gente, sintiendo un vacío que consume la gracia. Bullicio exterior, silencio interior, paz inesperada y profunda que escapa a la interpretación y descansa. Condenada al perpetuo juicio, a la pregunta incómoda, a la realidad incoherente, al deseo frustrado y atado a una silla blanca de plástico duro en la terraza de un jardín verde en medio de la nada.

La isla blanca

Al otro lado del río que muere los pájaros se reúnen para dormir. Se alborotan con la llegada de cada nuevo huésped y tardan en acomodarse, en agruparse equilibradamente, pero cuando lo consiguen una isla de flores blancas parecen. Y luego llega el atardecer que pinta de naranja, de rosa, de morado, el lienzo blanco y el verde del suelo asoma, casi por descuido u orden divino, perfecto equilibrio de naturaleza y color. Isla blanca, isla viva, quién niega tu belleza definitivamente no entiende nada, quién deja morir tus orillas es una pobre alma que confunde la riqueza con el valor. Isla blanca de pájaros sabios, traed a más amigos para que podamos devolver la vida a nuestro río, a nuestro Tajo querido que tantas bocas alimenta. Isla blanca de mis noches negras, que la Luna ilumine vuestro canto y cuando llueva sea la tormenta vuestra verdad para que arrastre toda la mezquindad hoy nos crucifica.

Silbidos

Suenan y volteo aunque no seas tú, me recuerdan a ti. Te traen a fuerza de deseo, de amor, de esperanza, de anhelo, de nostalgia, te traen a rastras hasta mí. Suenan y vuelo, mi corazón se exalta, la presión sanguínea aumenta, la sonrisa se escapa, la alegría explota aunque a veces luego no sea nada. Y no es porque no reconozca tu silbido, único, cariñoso, armónico, es porque tu sonido viene a mí, como buscándome mientras te espero.