Estoy pensando en voz alta, o mejor, en voz escrita. La letra busca su oído y su boca, su pregunta y su respuesta. Escapa de la mente sedienta, del corazón chiquito y estrujado, de las manos secas y las uñas rotas. Se va de mí. La palabra se hace distancia en la cercanía del olvido, se envía por correo ordinario, en lo virtual de un zumbido en lo que pido. Se va de mí. La oración se encadena a aquél pensamiento, a una esperanza de otro tiempo, hace ya muchos años, obsoleta, desactualizada e inocente. Se va de mí. Esta es la carta que esta tarde escribo en voz alta por última vez, para el descanso del alma.