El sueño se despierta mal herido, mal herido el orgullo y la confianza en si mismo, lastimada la delicadeza, la ingenuidad y la inocencia. El sueño se mastica muerto, acabado por el arrebato y la locura ardiente, la pesadilla del viento al costado del rio. El sueño se acaba a sí mismo, se sacrifica ante el cambio de realidad, se resume en un instante, se pierde para siempre. El sueño ya no es sueño, tan sólo ilusión.