Ir al contenido principal

El beso de la rana

Yo nunca fui princesa ni lo voy a ser,
ni tu serás mi príncipe, sólo mi querer.

Cuando era niña creía en los cuentos de hadas,
en que sería salvada por un magnífico ser.
Con los años descubrí que yo quería protegerte,
sin saber de qué.

Ahora confío en entenderte y aceptarte, en escucharte,
en reconocerte como ser humano
imperfectamente perfecto para mí.

Nunca se trató de dinero, poder o posición,
si no de la comunión de dos almas,
de la seguridad en la fidelidad y el respeto,
en el cariño, la ternura y la complicidad.

Nunca se trató de vivir en un castillo
si no de compartir la pasión, la aventura
y la admiración por las cosas sencillas.

Nunca fui princesa ni tú príncipe,
nunca tuve riquezas ni tampoco las quise,
nunca necesité mayor fortuna que tu amor
ni poseer mayor tesoro que tu corazón.

Sin embargo lo pienso,
alguna rana me habrá dado un beso,
me habrá hecho creerlo,
porque cuando estoy contigo, así me siento:
princesa de un cuento.

http://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-28050

Comentarios

Entradas populares de este blog

La isla blanca

Al otro lado del río que muere los pájaros se reúnen para dormir. Se alborotan con la llegada de cada nuevo huésped y tardan en acomodarse, en agruparse equilibradamente, pero cuando lo consiguen una isla de flores blancas parecen. Y luego llega el atardecer que pinta de naranja, de rosa, de morado, el lienzo blanco y el verde del suelo asoma, casi por descuido u orden divino, perfecto equilibrio de naturaleza y color. Isla blanca, isla viva, quién niega tu belleza definitivamente no entiende nada, quién deja morir tus orillas es una pobre alma que confunde la riqueza con el valor. Isla blanca de pájaros sabios, traed a más amigos para que podamos devolver la vida a nuestro río, a nuestro Tajo querido que tantas bocas alimenta. Isla blanca de mis noches negras, que la Luna ilumine vuestro canto y cuando llueva sea la tormenta vuestra verdad para que arrastre toda la mezquindad hoy nos crucifica.

Mereces ser amada

Mereces ser amada no tienes que hacer nada. Sonríe, sueña, vive,  llora, calla, vive,  grita, suelta, vuela, vive.  Nada. No tienes que hacer nada.  Baila, como bailan las notas de la guitarra,  del piano, del chelo, del arpa.  Camina, corre, sin pausa, sin prisa,  sin ganas, con ganas,  con esperanza, desesperanzada.  Pero que sepas que no tienes que hacer nada. Mereces ser amada,  como se aman las almas,  los duendes, las hadas,  la realidad y la fantasía.  Como se aman las flores, los ríos,  los bosques y las sorpresas.  La sorpresa de ser tú misma,  la que brilla con luz propia,  con alegría, con tristeza,  con rabia, con asco,  con miedo,  con luz y oscuridad.  Eres dueña de tu vida,  no tienes que hacer nada  para merecer ser amada.  Abre los ojos, mírate,  eres tan valiosa  que nadie te haga creer que eres una farsa.  Eres real, eres a...

La letra que quiere vivir

Estoy pensando en voz alta, o mejor, en voz escrita. La letra busca su oído y su boca, su pregunta y su respuesta. Escapa de la mente sedienta, del corazón chiquito y estrujado, de las manos secas y las uñas rotas. Se va de mí. La palabra se hace distancia en la cercanía del olvido, se envía por correo ordinario, en lo virtual de un zumbido en lo que pido. Se va de mí. La oración se encadena a aquél pensamiento, a una esperanza de otro tiempo, hace ya muchos años, obsoleta, desactualizada e inocente. Se va de mí. Esta es la carta que esta tarde escribo en voz alta por última vez, para el descanso del alma.