¿Y qué hago con las ganas de verte?
Me disfrazo de pensamientos coherentes
y amanezco abrazada a un amor intocable.
Me abrigo de recuerdos
y te llevo acorralado en mi bolsillo impermeable.
Me cocino la esperanza y la lleno de especias
para darle sabor a una comida improbable.
¿Y qué hago con las ganas de verte?
El piano grita fuerte y desafinado,
la guitarra llora y el violín exige estridente.
La voz se exalta y la garganta se desangra.
Me expulsan de la orquesta, nadie más quiere escucharme.
¿Y qué hago con las ganas de verte?
Las dejo en la cama, sobre la mesa, en la ducha, en la cartera,
como si me las olvidara en algún sitio y no importara.
Las dejo tiradas, desordenadas, aplastadas, arrugadas, mojadas…
Las dejo fuera de mí donde no pueda tocarlas ni ellas alcanzarme a mí.
Pero vuelven, siempre vuelven,
parece que no se cansan de perseguirme,
parece que no se cansan de perseguirme,
de preguntarme dónde estás, qué estás haciendo, si eres feliz.
No se aburren de repetir las mismas cosas
ni de escuchar las mismas respuestas.
ni de escuchar las mismas respuestas.
No sé si insisten porque se sienten solas
o solamente para que te quedes,
o solamente para que te quedes,
aunque sea en forma de angustia.
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