Ir al contenido principal

¿Ahora vienes?

Tenía miedo de encontrarte.
¿Cómo iba a mirarte?
Tan sólo esperaba una carta,
pero no llegó nada.

"¿Podré dirigirme a tus ojos?
¿Dé qué manera lo haré?”
Entre resentimiento, confusión
y esperanza se movían mis pensamientos.

Tenía miedo de hablarte.
“¿Qué voy a decirte?”
Extrañaba tu voz y sólo quería callarme.
Había escrito tanto, había sentido demasiado.
En mi corazón habitaba ese vacío de querer gritarte
y ese temor de que no entendieras nada.

Me ha pasado antes de ilusionarme con palabras.
Estaba enamorada de tus frases, creía conocer tu esencia.

Tenía miedo de escucharte.
“¿Qué vas a contarme?
Tal vez ya no te importe y no digas nada,
quizás continúes con un discurso que no debo aceptar,
puede ser que nunca te haya comprendido.
Todo esto me sobrepasa”.

Y luego, más tarde, ahora,
en unos segundos más de esta nada que me rodea,
ahora, ahora que se me acaban los versos,
ahora que ya no puedo llorar,
ahora que ni siquiera tengo rabia,
ni pena ni desprecio, ¿ahora vienes?

Comentarios

Entradas populares de este blog

La isla blanca

Al otro lado del río que muere los pájaros se reúnen para dormir. Se alborotan con la llegada de cada nuevo huésped y tardan en acomodarse, en agruparse equilibradamente, pero cuando lo consiguen una isla de flores blancas parecen. Y luego llega el atardecer que pinta de naranja, de rosa, de morado, el lienzo blanco y el verde del suelo asoma, casi por descuido u orden divino, perfecto equilibrio de naturaleza y color. Isla blanca, isla viva, quién niega tu belleza definitivamente no entiende nada, quién deja morir tus orillas es una pobre alma que confunde la riqueza con el valor. Isla blanca de pájaros sabios, traed a más amigos para que podamos devolver la vida a nuestro río, a nuestro Tajo querido que tantas bocas alimenta. Isla blanca de mis noches negras, que la Luna ilumine vuestro canto y cuando llueva sea la tormenta vuestra verdad para que arrastre toda la mezquindad hoy nos crucifica.

Mereces ser amada

Mereces ser amada no tienes que hacer nada. Sonríe, sueña, vive,  llora, calla, vive,  grita, suelta, vuela, vive.  Nada. No tienes que hacer nada.  Baila, como bailan las notas de la guitarra,  del piano, del chelo, del arpa.  Camina, corre, sin pausa, sin prisa,  sin ganas, con ganas,  con esperanza, desesperanzada.  Pero que sepas que no tienes que hacer nada. Mereces ser amada,  como se aman las almas,  los duendes, las hadas,  la realidad y la fantasía.  Como se aman las flores, los ríos,  los bosques y las sorpresas.  La sorpresa de ser tú misma,  la que brilla con luz propia,  con alegría, con tristeza,  con rabia, con asco,  con miedo,  con luz y oscuridad.  Eres dueña de tu vida,  no tienes que hacer nada  para merecer ser amada.  Abre los ojos, mírate,  eres tan valiosa  que nadie te haga creer que eres una farsa.  Eres real, eres a...

Desde mi ventana

Desde mi ventana los árboles me hablan. Algunos calvos, otros repeinados, caducos o frondosos, desnudos o vestidos, solos o acompañados... Todos con nidos, con vida entre sus ramas, o con habitantes imperceptibles al ojo humano. Todos son hogares... Bailan con la brisa, con el viento, abrazan la tierra y se bañan con la lluvia. Los árboles me hablan desde mi ventana. Veo una paloma en lo alto de un pino, se acicala, se acomoda y descansa. Mientras el sol acaricia sus alas, sus plumas brillan y ella me mira. El árbol se ha movido bajo sus patas, los metros la alejan del suelo y ella sigue en calma.