Ir al contenido principal

Baño de besos

Si cantas conmigo no me puedo negar.
Entre esquemas distintos y poco cotidianos
me llama un suspiro suplicando mi atención.

El calor en mi cuello te delata cercano, profundo.
Palpitante la ilusión me obliga a cerrar los ojos,
me hace jadear deseando más, exigiendo más
porque sabe que me lo vas a dar.

Ya ni tengo principio ni tengo final
porque estás más allá de lo que puedo distinguir,
ilimitado, infinito, indeterminado.
El tiempo no pasa, vive.

Me asimilo a una ola que se mezcla con si misma,
con la arena y con el resto del mar.
Me parezco a una roca que es rozada
en constante fricción con el viento.

Sólo quiero gritar, llorar, despertar en tu dulzura,
en tu voz, en el cielo claro que trae más amor al amanecer.

No hay mañanas iguales.
¡Tus ojos son tan bellos! Puedo reflejarme en ellos.
Tus manos saben donde encontrarme,
reconocen cada movimiento, cada espacio,
cada necesidad, cada capricho de mi cuerpo.

Te recorro en los recónditos sitios que sólo yo poseo,
que me has mostrado sólo a mi.
Corazón entregado hasta el último milímetro de voluntad.

Yo creo en las estrellas,
aunque estén a miles de años luz
y ya hayan desaparecido.

Si cantas conmigo no me puedo negar.
Quiero bañarme en tus besos
y en tu piel ponerme a secar.

Escuchando “Fusión” Jorge Drexler

Comentarios

Entradas populares de este blog

La isla blanca

Al otro lado del río que muere los pájaros se reúnen para dormir. Se alborotan con la llegada de cada nuevo huésped y tardan en acomodarse, en agruparse equilibradamente, pero cuando lo consiguen una isla de flores blancas parecen. Y luego llega el atardecer que pinta de naranja, de rosa, de morado, el lienzo blanco y el verde del suelo asoma, casi por descuido u orden divino, perfecto equilibrio de naturaleza y color. Isla blanca, isla viva, quién niega tu belleza definitivamente no entiende nada, quién deja morir tus orillas es una pobre alma que confunde la riqueza con el valor. Isla blanca de pájaros sabios, traed a más amigos para que podamos devolver la vida a nuestro río, a nuestro Tajo querido que tantas bocas alimenta. Isla blanca de mis noches negras, que la Luna ilumine vuestro canto y cuando llueva sea la tormenta vuestra verdad para que arrastre toda la mezquindad hoy nos crucifica.

Mereces ser amada

Mereces ser amada no tienes que hacer nada. Sonríe, sueña, vive,  llora, calla, vive,  grita, suelta, vuela, vive.  Nada. No tienes que hacer nada.  Baila, como bailan las notas de la guitarra,  del piano, del chelo, del arpa.  Camina, corre, sin pausa, sin prisa,  sin ganas, con ganas,  con esperanza, desesperanzada.  Pero que sepas que no tienes que hacer nada. Mereces ser amada,  como se aman las almas,  los duendes, las hadas,  la realidad y la fantasía.  Como se aman las flores, los ríos,  los bosques y las sorpresas.  La sorpresa de ser tú misma,  la que brilla con luz propia,  con alegría, con tristeza,  con rabia, con asco,  con miedo,  con luz y oscuridad.  Eres dueña de tu vida,  no tienes que hacer nada  para merecer ser amada.  Abre los ojos, mírate,  eres tan valiosa  que nadie te haga creer que eres una farsa.  Eres real, eres a...

La letra que quiere vivir

Estoy pensando en voz alta, o mejor, en voz escrita. La letra busca su oído y su boca, su pregunta y su respuesta. Escapa de la mente sedienta, del corazón chiquito y estrujado, de las manos secas y las uñas rotas. Se va de mí. La palabra se hace distancia en la cercanía del olvido, se envía por correo ordinario, en lo virtual de un zumbido en lo que pido. Se va de mí. La oración se encadena a aquél pensamiento, a una esperanza de otro tiempo, hace ya muchos años, obsoleta, desactualizada e inocente. Se va de mí. Esta es la carta que esta tarde escribo en voz alta por última vez, para el descanso del alma.