Mientras mi sueño se destripa contra la pared y explotan las angustias destruidas como un pez que mordió el anzuelo equivocado porque éste no le va a salvar, solo miro el reloj, me quedan veintiocho segundos.
Mientras el ritmo de la batería palpita en mi oído derecho antes que en el izquierdo y me inquieto por el presentimiento de que algo peor va a pasar me despeina el viento que entra furioso por la ventana que creí que había cerrado anoche antes de acostarme a dormir. Son las seis de la tarde.
Mientras la televisión me estafa la vida y me miente descaradamente como quien quiere engañada a un hombre que sólo la mira con ternura y fe pero que no la ama con la séptima esencia que lo hace verle en su compañía hasta el final de lo que queda en el calendario que inventaron tantos y que no es universal.
Mientras mastico un caramelo y lo reviento contra mis dientes, entre ellos, sobre mi lengua siento que se me calma ese dolor punzante, esa úlcera bucal que me insistía con que algo faltaba por decir.-
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