Otra vez en las alturas
el cielo se achica, se acerca
dependiendo del minuto
la fatiga se acrecenta.
De nuevo en la ola,
en la nube de espuma,
algodón y alcoba,
esperando el salto
recorrido de personas y horas.
Se reitera el momento,
nunca semejante,
siempre distante,
el trampolín rebota
hacia los bordes de mi esponja
cae la última gota.
Llega, después de varios intentos
toca las botas,
la lluvia llega a mis zapatos,
resbala y se acumula en arrugas,
agua que se nota
en las profundidades de la boca
y en las lágrimas rotas.
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