Amigo,
muchas veces te miro y te esquivo,
tu portada me provoca
pero vuelvo a la rutina del ordenador mezquino.
Campanas suenan, hacen eco en mi oído,
recuerdo tus páginas en mis manos,
el sonido de la hoja al pasar al otro lado.
La pregunta sin respuesta,
la respuesta sin pregunta
y el tanteo de una duda
que acaba en sonrisa o en lágrima rota
por un final abierto, despeinado y travieso
que desata y retrata nuevos rostros
de épocas pasadas
a encontrar entre otras letras.
Amigo,
no creas que te olvido,
estás allí, a mi lado,
en el estante bajo la mesa,
bajo la lámpara al lado de mi cama,
entre las sábanas al recibir el abrigo del cansancio.
El río suena mientras los peces marchan,
la sierra se duerme mientras acabo el último párrafo,
la última palabra, la última que me deparas
hasta volver a encontrarte mañana.
muchas veces te miro y te esquivo,
tu portada me provoca
pero vuelvo a la rutina del ordenador mezquino.
Campanas suenan, hacen eco en mi oído,
recuerdo tus páginas en mis manos,
el sonido de la hoja al pasar al otro lado.
La pregunta sin respuesta,
la respuesta sin pregunta
y el tanteo de una duda
que acaba en sonrisa o en lágrima rota
por un final abierto, despeinado y travieso
que desata y retrata nuevos rostros
de épocas pasadas
a encontrar entre otras letras.
Amigo,
no creas que te olvido,
estás allí, a mi lado,
en el estante bajo la mesa,
bajo la lámpara al lado de mi cama,
entre las sábanas al recibir el abrigo del cansancio.
El río suena mientras los peces marchan,
la sierra se duerme mientras acabo el último párrafo,
la última palabra, la última que me deparas
hasta volver a encontrarte mañana.
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