Me quedan las patas
del piano azul,
aquél juguete de mi infancia
que tocaba con insistencia
descubriendo los colores de las notas
y el sentido de las palabras.
Instrumento de cuerdas
que se dibuja en mi cabeza
pues la percusión está muy lejos de casa.
Tres patas, dos detrás y una adelante.
Imagino, porque ya no recuerdo,
su altura, su tamaño exacto,
incluso su aroma quiere acercarse.
Solo un sonido un poco desafinado
repercute finalmente en mi certeza.
Compañero de tristezas y alegrías,
de euforias perdidas
en la armonía desatendida de sus teclas.
El piano azul, mi piano azul,
solo tres patas en una caja
me recuerdan quien eras tu.
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