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Los abuelos

No tenía ni uno, ni dos, ni tres, ni cuatro, creo que eran como veinte. Eran mayores en un centro social, no eran mis abuelos en el fondo, aunque en el fondo, un poco, lo eran y yo, su nieta.

Todas las semanas iba a visitarlos, junto a otros compañeros de curso, para intercambiar ideas y organizar alguna actividad que les pudiese gustar. 

La última fue un baile. 

Después de que a lo largo de los meses viéramos varias películas y las comentáramos, algún bingo que otro y una salida de paseo, "los viejitos" querían "bailongo". ¡Cómo les gusta a algunos mayores mover así el esqueleto! ¡Da gusto verlos!

Hicimos carteles, escribimos en  la pizarra del portal el evento que iba a acontecer, hablamos con la vecindad, convocamos por la radio y la prensa local, en todas las ocasiones que pudimos hablamos de ello, pufff, es posible que nos faltara algo, pero no lo tengo claro. Cualquier sugerencia es bienvenida.

Vinieron veinte, los veinte de siempre, los abuelos que mencioné al principio, bueno no, vinieron menos de veinte porque alguna abuelita estaba "pachucha" y a otro abuelito no lo pudieron traer, y a otro lo tenían que operar y a otra nadie la quería acompañar.

Sí, no fueron veinte, ni mucho menos, con decir que éramos más estudiantes que mayores creo que es suficiente. 

Pero, no se equivoquen, eso no disminuyó la diversión ni bajó el ánimo, al contrario. Vino quien realmente quería venir y nos lo "pasamos pipa".

Fue realmente muy divertido, comimos, cantamos, guitarreamos, nos disfrazamos e incluso, subimos alguna foto al Facebook, seguro que encontraréis alguna por ahí. 

Los abuelos del centro social, "mis abuelitos", no estaban hechos de "otra pasta", eran abuelos normales, gente normal con ganas de vivir. 

Fue una de las experiencias que no olvidaré, de esas que no sólo tienen que ver con la edad, ni con las travesuras, ni con los logros o fracasos, ni siquiera con el esfuerzo. Es una de esas experiencias que te enseñan a vivir: el amor. 

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