Me voy de la arena,
alejo mis pies de las olas
y giro hacia la izquierda una vez más.
Me voy de la sal,
apesar de no cesar mi llanto
y mi tristeza
por esta despedida necesaria,
injusta, agresiva, ajena a mi deseo,
extraña a mi naturaleza,
pero urgente.
Me voy del mar,
de la isla que desde lejos me abraza,
me voy del silencio sonoro y blanco
que inunda mi ser de paz,
me voy del mundo que amo
y regreso al centro.
Me voy del cielo azul,
del cielo mezclado de agua
de las algas pegadas a las piedras
en el fondo del mar,
de las medusas que pican
y de la realidad.
Un grito desesperado me llama,
esta noche moriré.
Lo siento. No queda más remedio.
Vuelvo al centro,
¿Quién sabe lo que habrá?
Simplemente me voy,
sin querer irme, sin querer volver.
Un grito desesperado me llama,
esta noche moriré. Moriré sin paz.
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