Llueve.
Llueve. El sonido de los coches arrastrando el agua
penetra en mi oído y el olor del asfalto mojado
despierta la inquietud de la suciedad
en un foco al otro lado de la acera.
Llueve.
Llueve y me pregunto por el momento
en que sentí las gotas golpear mi cabeza
como campanas de una iglesia
que no visito hace tiempo.
Llueve.
Llueve. Las lágrimas del cielo caen a mis ojos,
y de ellos a mis manos.
Ahora yo también lloro a la vez que sonrío
por el suspiro que me ha dado esa nube
que me mira como distraída
pero sabe que necesito descansar.
Llueve.
Llueve. Te escucho cantar en la vibración
imperceptible de mi tímpano izquierdo.
No quiero caminar sola y el extraño
que me acompaña no sabe que se lo agradezco.
Llueve.
Llueve. Abro la boca para sentir la caricia
que se desliza por mi mejilla rota,
mi boca profunda hambrienta de compasión,
nauseabunda de rabia.
Vacía de amor y de ternura,
mi boca perdida.
Llueve.
Llueve y no sé dónde olvidé mi paraguas.
No le veo desde la última vez que lo usé,
alguna ocasión en la que tenía miedo de volar.
Llueve.
Llueve. Desconfía de la sombra y de la luz,
desconfía de la confianza,
pero siente la lluvia y lo sabrás.
Siempre la lluvia da motivos para que podamos escribir algo, y mucho mejor si algo tan hermoso como tu poema, muy lindo,unj beso y cariños.
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